DE MONGOLIA A HAITí: LA HISTORIA DETRáS DE ESTOS UNIFORMES OLíMPICOS

Desde la fundación de su era moderna en 1896, los Juegos Olímpicos no solo constituyen la cita deportiva más importante a nivel global, sino que además sirven de escaparate para que cada país presente al resto del mundo las claves de su talento y esencia

La oportunidad perfecta para ello llega con la ceremonia de inauguración, en la que la anfitriona da la bienvenida a los participantes a través de un espectáculo artístico. En el caso de París 2024, este está dirigido por el francés Thomas Jolly e involucra desde ópera hasta rap, además de contar con 400 bailarines, todos ellos vestidos con trajes únicos (y sostenibles) diseñados por Daphne Burki, tal y como se indica en la web del Comité.

Pero, para hacer justicia a ciudad y su estatus de "capital de la moda", los atletas de cada país también aparecen en este ansiado evento mostrando el estilo que lucirán durante las competiciones.

Y lo hacen de la mano de grandes diseñadores y marcas nacionales: por ejemplo, los deportistas estadounidenses vestirán nada más y nada menos que de Ralph Lauren, y los españoles, con un diseño de Joma inspirado en el clavel, la flor nacional.

En este sentido, a lo largo de las semanas previas ya se han hecho públicos los uniformes, y lo cierto es que muchos de ellos esconden símbolos representativos de la cultura de su país de origen. Te contamos la historia detrás de los uniformes más destacados de estos Juegos Olímpicos.

Mongolia, el traje "ganador"

La moda es de los pocos elementos que no constituyen una competición en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, la opinión pública ha hablado: tanto en redes sociales como en medios de comunicación, el traje que más positivamente se ha valorado ha sido el de Mongolia. ¿Cuál es la razón?

El diseño ha sido confeccionado por la marca Michel&Amazonka, creada por dos hermanas diseñadoras de este país, y contiene numerosas referencias al evento en sí mismo, como el bordado de la antorcha olímpica o los anillos, y a la cultura propia.

De entre los detalles, quizás el que más llama la atención es el Soyombo: este símbolo, que ha sido reconfigurado en el diseño, está formado por un fuego (que representa el éxito), un sol (que representa la nación mongola), dos rectángulos horizontales (que significan honestidad y justicia), dos rectángulos verticales (que representan unidad y fuerza) y, por supuesto, el taijitu, que simboliza la vigilancia. Todos ellos, atributos necesarios para ser un buen atleta.

El origen de este elemento se remonta al siglo XVII, cuando fue creado por el primer Zanazabar, líder espiritual del budismo tibetano en Mongolia. Ahora, ya no solo decora la bandera nacional y los edificios institucionales de Ulan Bator (la capital), sino también el traje más popular de los Olímpicos.

Haití, arte y fuerza caribeña

El uniforme olímpico de Haití tampoco ha pasado desapercibido, y es que está conformado por una amplia gama de colores que representan, según la diseñadora haitiano-italiana Stella Jean, una mezcla de belleza, fuerza y artesanía

Lo que más llama la atención del diseño son las prendas inferiores: tanto la versión masculina (un pantalón recto), como la femenina (una falda en forma de A) están decoradas con una obra del artista haitiano Philippe Dodard. La singularidad de ambas versiones no impide, sin embargo, que se trate de un traje altamente sostenible.

La diseñadora ha optado por emplear el chambray, un tejido hecho 100% de algodón y confeccionado en Haití. Además, la chaqueta de hombre está inspirada en la guayabera, una prenda tradicional masculina asociada a la vida cultural de Haití y otras regiones del Caribe, y cuyo origen todavía es incierto: según el Museo de Historia de Miami, la teoría más extendida es que esta camisa se habría utilizado para transportar guayabas en sus bolsillos.

Guatemala, un homenaje a su historia y diversidad

Los colores del traje de los atletas guatemaltecos no se parecen a los de la bandera del país. Sin embargo, tienen una razón de ser: la diseñadora Vitto Murga quiso hacer, con el azul y el verde, un guiño al río Sena, que será uno de los principales escenarios de los Juegos Olímpicos de París 2024. Además, ambas tonalidades recuerdan a la selva y al mar que baña el país.

Asimismo, en el uniforme olímpico no se han dejado de lado los detalles que remiten a la cultura maya quiché, la mayoritaria en Guatemala: las hombreras en el vestido de mujer, las tiras de la camisa masculina y el bajo de ambos sombreros están decorados con "el trabajo manual de comunidades artesanas de Salcajá, Quetzaltenango, Antigua Guatemala y Jocotán, Chiquimula", explica la diseñadora en sus redes sociales.

Canadá, comodidad y raíces

En el caso del país norteamericano, el diseño ha sido confeccionado por la marca Lululemon, en su primera vez como creadora de un traje para los Olímpicos. Y aunque las prendas están orientadas a garantizar comodidad a los atletas, no olvidan la faceta cultural. 

El uniforme de la ceremonia de clausura es el que más historia alberga: ideado por el artista indígena Mason Mashon, la vestimenta presenta, sobre un fondo oscuro, un estampado inspirado en las auroras boreales, fenómenos naturales que han fascinado a las comunidades aborígenes desde tiempos inmemoriales. 

El Salvador, un jaguar en parís

El traje de El Salvador ha sido diseñado por Andrea Ayala, quien a su vez ha contado con la colaboración de la catedrática Frida Larios, especializada en glifos mayas y nahuas. Ambas visitaron el Museo Nacional de Antropología con el fin de recibir inspiración para el traje, y así fue: de ahí salieron con la idea de representar en el tejido la figura de un jaguar.

En la cultura nahua, este animal de frente representa un guerrero, y de lado un cielo estrellado, por sus manchas. Así, el simbolismo del jaguar llegó finalmente al uniforme olímpico, compuesta por: una camisa (blusa, en el caso de las atletas), un pantalón (se descartó la falda por ser la ceremonia inaugural en un barco), un fajón, un pectoral y, como último detalle, un pañuelo en la muñeca, estampado con las manchas del felino, sagrado para muchos en El Salvador.

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