NI DE AQUí NI DE ALLá: GUíA DE LA 60ª EDICIóN DE LA BIENAL DE VENECIA

El mundo está cambiando ante nuestros ojos, y el arte no puede pasar de lado. Por eso la Bienal de arte de Venecia, la más antigua y relevante de las citas artísticas mundiales de su tipo, que este año celebra del 20 de abril al 24 de noviembre su edición número 60, se enfrenta a un reto que quizá peque de excesiva ambición: reflejar los cambios que está atravesando la sociedad global contemporánea y al mismo tiempo anticiparse a ellos y promoverlos, acaparando los papeles del sociólogo, agitador y profeta. Para este cometido se ha confiado en el brasileño Adriano Pedrosa (Río de Janeiro, 1965), nombrado comisario de la Exposición General que se desarrollará en el pabellón central de los Giardini y el Arsenale venecianos. El título de la muestra es Stranieri Ovunque (Extranjeros en todas partes), lo que tiene al menos dos significados: que el mundo está lleno de extraños por distintos motivos y que todos somos foráneos en cualquier lugar. Por eso el primer plano lo ocupan los nombres del llamado sur global, entre otras alteridades. “En Venecia los extranjeros están por todas partes”, afirma Pedrosa. Lo extranjero debe aquí entenderse en sentido amplio: es el momento de los artistas indígenas, refugiados, queer o, en general, al margen de las normas imperantes. “Yo mismo me siento implicado en estos temas y conceptos”, prosigue el comisario. “He vivido fuera, y a menudo he experimentado el tratamiento reservado al extranjero del tercer mundo. También me identifico como queer: el primer comisario abiertamente queer en la historia de la Bienal”.

Pedrosa ha dividido la exposición en dos grandes secciones: el Núcleo Contemporáneo, que presenta un panorama de lo que hoy se está haciendo bajo estas coordenadas, y el Núcleo Histórico, con autores del siglo XX de Latinoamérica, África, el Medio Oriente y Asia. “Este año se celebra a los que son extranjeros o distantes, usando el lenguaje del arte contemporáneo, que siempre ha sido un catalizador para el diálogo y la inclusión”, ha definido este dispositivo Cristina Scocchia, CEO de Illy Caffè, el principal patrocinador de la Bienal.

Otro de los retos sobrehumanos de este año consistirá en irradiar un discurso anticolonial a partir de una estructura que nació desde, por y para los grandes imperios coloniales, cuya herencia se manifiesta en la anacrónica disposición de pabellones por países. El proyecto de España, a cargo de la artista nacida en Perú Sandra Gamarra junto al comisario Agustín Pérez Rubio, se llama Pinacoteca migrante, y justamente pone el dedo en la llaga de nuestro pasado colonial. En esta línea están pabellones como los de Holanda (a cargo del colectivo Cercle d’Arts des Travailleurs de Plantation Congolaise), Portugal (con Mónica de Miranda, Sónia Vaz Borges y Vânia Gala) o Suiza (donde Guerreiro do Divino Amor nos confronta a la idea de la supuesta superioridad cultural occidental). Mientras, el de Brasil, a cargo de Glicéria Tupinambá, se rebautiza como Pabellón Hãhãwpuá, palabra con que la lengua del pueblo indígena pataxohã se refiere al territorio brasileño. Países como Benin, Etiopía, Tanzania y Timor Oriental participan por primera vez en el evento, mientras que Nicaragua, Panamá y Senegal lo hacen al fin con pabellón propio.

Más allá de los recintos oficiales, los llamados Eventos Colaterales también ofrecen un panorama lleno de diversidad. Aquí hay que destacar hitos como la exposición dedicada a la artista belga Berlinde De Bruyckere en la Abbazia di San Giorgio Maggiore, la del italiano Francesco Vezzoli en el Museo Correr o la del norteamericano Peter Hujar en la Chiesa di Santa Maria della Pietà, así como Cosmic Garden, una colectiva de creadoras indias de distintas disciplinas que, según su propia definición, promete desmantelar las jerarquías entre artes, roles y géneros. Mientras, las sedes de la Fundación Pinault —el Palazzo Grassi y la Punta della Dogana— estarán ocupadas por dos grandes nombres contemporáneos, la pintora etíope-americana Julie Mehretu y el artista multidisciplinar francés Pierre Huyghe. No sabemos si esta Biennale logrará cambiar el mundo, pero el buen arte no es mala forma de empezar.

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